Han pasado más de dos años desde el inicio de la pandemia, la cual ha tenido consecuencias que todavía se siguen identificando y analizando, una de ellas es el ámbito de la salud mental, especialmente en el contexto universitario con la vuelta a la presencialidad. Para comprender cómo las universidades estatales han abordado esta situación, conversaremos con los psicólogos Rodrigo Rojas y Francisca Basáez, integrantes del Centro para el Desarrollo Psicosocial (CDP) de la Universidad de Playa Ancha.
¿En qué momento la salud mental emerge en las comunidades universitarias como un ámbito necesario a visibilizar y abordar? y ¿en qué nivel se encuentran en relación a la situación general del país?
R: Existen antecedentes, Chile siempre ha tenido tasas de salud mental malas, en los 90 ya había una campaña de ‘’piensa positivo’’ porque el país tiene unos índices de depresión mucho más altos en comparación a otras naciones.
El tema de salud mental siempre ha estado dando vuelta, pero con mucha más fuerza en el ámbito universitario desde el mayo feminista, con un enfoque en el tema del cuidado. Además, hay que destacar el año 2019, antes del estallido, donde hubo movilizaciones, paros en distintas universidades que apuntaban al tema del estrés académico, las condiciones de vida y cómo estaban afectando a la salud mental estudiantil, y de ahí obviamente la pandemia solo lo acrecienta porque muestra la fragilidad de la salud mental.
En términos de la relación con la población general, al menos el último año de pandemia hay estudios que muestran que los jóvenes universitarios tienen índices de sintomatología, expresiones de problemas de salud mental, más altos que el resto de la población, especialmente las mujeres, las cuales tienen índices mayores en comparación a los hombres.
En ese sentido, ¿Cómo se manifiestan los síntomas más comunes asociados a la salud mental de los estudiantes?, ¿qué situaciones pueden causar o acrecentar esa situación?
F: Lo que hemos observado es que ha habido un aumento importante de sintomatología ansioso depresivo. En este sentido, se ha presentado y se han agudizado las crisis de pánico, también algunos trastornos más angustiosos, más ligados a trastornos del ánimo. A propósito de la pandemia que tiene que ver con duelo, por ejemplo, pérdida de familiares y enfermedad, e incluso el mismo COVID generó situaciones bastante complejas a nivel universitario y en toda la población.
Si bien como Centro para el Desarrollo Psicosocial intentamos no patologizar y no tener una perspectiva estigmatizadora de la salud mental, de todas maneras hemos tenido que dar cuenta de esto, de esta sintomatología y comprendiendo también que hay procesos importantes.
Hemos identificado principalmente estos dos síntomas, y desde ahí hemos observado a bastantes estudiantes con cuadros de ideación suicida, planificación e intento, lo cual hemos tenido que abordar y derivar a instituciones de salud pública que se hacen cargo de estos episodios.
También ha habido un aumento del consumo abusivo de algunas sustancias, principalmente sabemos que el contexto del confinamiento agudizó esa situación en toda la población. Además, nos hemos percatado de bastante estrés académico desde la vuelta a la presencialidad.
Por otro lado, también vemos que se han presentado algunas situaciones en el estudiantado respecto a la temática de identidad, orientación de género. Desde ahí existe bastante apoyo que brindamos como universidad para este tema, el cual está siendo mucho más visibilizado y abordado de manera no sólo individual, sino que también comunitariamente.
Toda esta sintomatología es desencadenada en muchos casos por situaciones de violencia, tanto a nivel familiar, individual o en relaciones de pareja, como también a nivel de violencia estructural y lo que implica la precarización de la población, sobre todo en este contexto. Entonces, desde ahí también consideramos que hay una violencia a nivel macro y micro que detona estas situaciones, esta sintomatología que se presenta en el estudiantado.
Los problemas de salud mental ya eran una situación identificada, pero la pandemia, especialmente los dos primeros años, afectaron la salud física y emocional de toda la población, esto significó clases online y cuarentenas. Desde su perspectiva, ¿Cómo fue la respuesta de las universidades ante este hecho?, ¿qué medidas se implementaron con respecto a la salud mental de las comunidades universitarias?
R: Fue una situación bien sorpresiva y toda la respuesta del sistema de nuestra universidad fue bien sobre la marcha, lo cual también lo hemos visto en otras universidades de la red CUECH al conversar con nuestros colegas. Se tuvo que implementar un sistema que permitiera mantener la docencia a distancia, y eso implicó una dificultad para mantener el contacto con los y las estudiantes porque no teníamos, o ellos no tenían, las condiciones para que funcionara la conectividad.
Todo esto en ese contexto del primer semestre del 2020, con toda la fuerza de la pandemia, con todo el miedo que había, con la muerte, con el desconocimiento de lo que iba a pasar y la incertidumbre. El confinamiento también pone a la palestra, como decía Francisca, la precarización de la vida, las condiciones de hacinamiento, de violencia que a veces se veían al interior de algunas familias, lo que a su vez causa que empiecen a emerger estas demandas de apoyo de estudiantes en las universidades.
También se va detectando que hay muchos estudiantes que están en condiciones muy vulnerables, muy precarias en términos de salud mental, y se van empezando a generar dispositivos con las herramientas que se tenían.
Se empiezan a montar equipos, unidades o reforzar los que existían de salud mental, en nuestro caso había dos psicólogos en un centro médico, los cuales estaban sobre demandados con todo lo que está pasando. Entonces se comienza a reforzar, se instalan distintos dispositivos, pero bien sobre la marcha, aprendiendo en el contexto de la pandemia cómo hacerlo.
En nuestro caso, nuestro centro parte su planificación el 2021 y el 2022 recién se está ejecutando, en el intertanto estuvo la unidad de acompañamiento estudiantil, la cual tuvo que contratar a psicólogos y psicólogas para que empezaran a brindar atenciones online, sin saber mucho como hacer esto de la terapia online y también en un contexto donde no había mucho creado.
Con la vuelta a la presencialidad y el fin de varias medidas sanitarias, tomando en consideración las consecuencias de la pandemia, ¿cuales son los desafíos de este nuevo contexto, ¿qué acciones se han tomado para afrontarlo?
F: Por un lado, en relación sobre las habilidades blandas o habilidades sociales, vimos que se agudizaron los problemas y conflictos a nivel de convivencia educativa, además hubo mucho miedo al retorno, no solo por la situación de salud o sanitaria en relación al covid, sino también por no conocerse de manera presencial entre las, los, y les estudiantes.
Muchos de elles ingresaron en pandemia a la educación superior y por lo mismo no conocían la universidad de manera presencial ni la dinámica que se generaba a nivel interno y triestamental. Entonces hubo bastante ansiedad por la vuelta a la presencialidad en sí, porque nadie estaba preparado para retornar después de una pandemia. Es primera vez que nos enfrentamos a esta situación, por lo menos en estos últimos 100 años, entonces el elemento presencialidad fue un factor de estrés muy importante.
Y a nivel de universidad, como señalaba Rodrigo, se fueron implementando distintas estrategias, como respetar el aforo, tratar de hacer un poco de modalidad híbrida, pero cuando ya se nos exige la presencialidad absoluta, lo que hicimos como centro fue apoyar en base a talleres, por ejemplo, saber identificar ciertas situaciones como las crisis de pánico, y cómo enfrentarlo a nivel comunitario (docentes, el estudiantado, funcionarios) si se les presenta algo así. El cómo apoyarnos de manera colectiva en estas situaciones es algo que fuimos trabajando y hemos desarrollando durante todo este año.
Nos hemos tenido que adaptar entre todos para este nuevo contexto y sin duda que la situación nacional a nivel de salud mental, y este aumento exponencial, implica un abordaje a nivel estatal, público.
En este sentido, cada centro tuvo que hacer frente a esta situación de manera particular y gracias a que tenemos el apoyo de la red CUECH, pudimos generar alianzas y un plan estratégico para poder afrontar la vuelta a la presencialidad.
Tomando en consideración la virtualización que se tuvo que hacer debido a la pandemia, ¿Cómo la virtualidad nos aporta al cuidado de la salud mental? y ¿qué oportunidades nos ofrece su implementación por parte de las universidades estatales?
F: Bueno, por un lado, consideramos que la virtualidad es una herramienta que ayuda a la conectividad de distintas personas, desde distintos lugares del país y del mundo también. Eso permite que distintas instancias se puedan expresar y realizar de manera virtual, talleres, conversatorios, charlas y clases.
Eso es un elemento a favor en este sentido, pero también hay un aspecto importante que Rodrigo puede profundizar en relación a la socialización en estos espacios, que se ve bastante dificultada.
R: Como decía Francisca, en el fondo permite un mayor acceso a la información, hay cápsulas, más contenido y posibilidades de sumarse a alguna actividad y aprender cosas nuevas. En ese sentido, también se han realizado actividades sobre cuidado de la salud mental.
Aunque esto no está exento de dificultades, como lo es la conectividad y también en términos de la sociabilidad, como decía Francisca, las posibilidades son limitadas en cierto aspecto, no reemplazan el contacto directo, todas las claves que hay en una relación de tú a tú. La virtualidad es una herramienta útil a la cual nos hemos tenido que adaptar, pero no se puede dejar de lado un acompañamiento más cercano y presencial al tratar estos temas que son sensibles.